PIÓMETRA Y METRITIS
Texto: José Enrique Zaldívar
Clínica Veterinaria Colores
Piómetra y metritis
En esta ocasión vamos a tratar en nuestra consulta veterinaria dos de las enfermedades más recurrentes que afectan al aparato reproductor femenino. Las describiremos, las conoceremos a fondo, sus causas, sus síntomas, sus consecuencias y todo lo que debemos saber para actuar correctamente ante ellas.
La piómetra es una de las patologías más frecuentes del aparato reproductor que los veterinarios nos encontramos en hembras de más de seis años. El término piómetra describe un útero lleno de pus en asociación con cambios ováricos y sistémicos. Si queremos afinar más en su definición, podemos decir que se trata de uno de los estadios de lo que se conoce con el nombre de complejo hiperplasia endometrial quística, en concreto el estadio III.
En la fase del ciclo sexual de la perra que se conoce como diestro (que es la que sigue al estro o celo) se producen una serie de cambios uterinos, cuando está aumentada la concentración sérica de progesterona. Si estos cambios uterinos se acompañan de una reacción inflamatoria aguda del endometrio con colonización bacteriana del mismo, se producirá una infección en el útero. Podemos decir, que el proceso que conducirá a la piómetra se inicia en el momento en el que la perra está en celo, fase durante la que se produce la apertura del cuello del útero (cérvix) que facilitará la entrada de bacterias desde la vagina. En la fase posterior al celo, es decir, en el diestro, se producirá el cierre funcional del cuello del útero y una serie de cambios en dicha estructura anatómica provocados por la descarga de progesterona. Estas circunstancias harán del útero un medio excelente para el desarrollo de las bacterias. Podemos, por tanto, afirmar que en la mayoría de los casos esta enfermedad se presentará a los dos o tres meses después del último celo.
COMPLICACIONES
La bacteria más veces aislada en este tipo de infecciones es la E. Coli. Se trata de gérmenes capaces de producir determinadas toxinas que pasarán a la sangre provocando lo que se conoce como endotoxemia. Estas toxinas pueden depositarse sobre la superficie del riñón, dando lugar a una sería complicación renal que se conoce con el nombre de glomerulonefritis, y que se presentará en el 20-25 por cien de las perras con piómetra.
Si realizamos un análisis de sangre nos vamos a encontrar con una importante elevación de leucocitos neutrofilos, por encima de 15.000 (glóbulos blancos), anemia, descenso de albúmina (hipoalbuminemia), elevación de globulinas (hiperglobulinemia) y aumento de la fosfatasa alcalina (ALKP). Si el riñón ha sido afectado, nos encontraremos también con una elevación de los parámetros que nos marcan la función renal, es decir, de la urea y de la creatinina. Estas elevaciones suelen remitir una vez que administramos suero por vía intravenosa. No debemos olvidar que casi todas las perras que presentan una piómetra se encuentran deshidratadas en mayor en menor grado. Se debe también realizar un análisis de orina, ya que el 20 por cien de las perras con piómetra presenta infecciones urinarias de vejiga.
Cuando hablamos del cuadro clínico, debemos distinguir entre lo que es una piómetra de cuello abierto y una piómetra de cuello cerrado. En el primer caso veremos salir secreciones por la vulva de vuestra perra que a veces pasan desapercibidas por el continuo lamido de la zona.
Si el cuello se ha cerrado y no permite la salida de las secreciones que se están produciendo en el útero, los síntomas clínicos que presentará vuestra perra serán más evidentes.
Los signos clínicos más frecuentes son: dolor y distensión abdominal (cinco por cien), anorexia (65-74 por cien), letárgia (75-100 por cien), vómitos y diarrea (65-75 por cien). Además, se presenta en la mayoría de los casos un aumento en la ingestión de agua (polidipsia) y un aumento en el volumen de orina (poliuria). Un síntoma bastante típico es la dificultad que tienen estas perras para saltar o para subirse a determinadas alturas (sofás, coche…). Sólo un 20 por cien de ellas presentará fiebre, a pesar de tratarse de una infección.
Si la enfermedad no es diagnosticada y, por tanto, tratada, se presentará septicemia, endotoxemia, choque, hipotermia, y muerte.
DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO
El diagnóstico no es demasiado complicado, dado que se da en un momento muy concreto del ciclo sexual de la perra y los síntomas en la mayoría de los casos son bastante evidentes. Aún así, es conveniente la realización de radiografías abdominales y, mejor aún, una ecografía. Tanto en las imágenes radiográficas como ecográficas se verá un útero agrandado y lleno de líquido, es decir, una apariencia muy similar a la que se observa al inicio de la preñez y en el posparto inmediato. En ocasiones, aunque no se produce con poca frecuencia, algunas perras con piómetra, incluso con cuello uterino cerrado, pueden no tener una silueta uterina no visible en la radiografía abdominal.
El tratamiento debe ser rápido, ya que cualquier demora injustificada puede provocar la muerte de la perra, en especial en los casos de piómetra de cuello cerrado. Lo más inmediato, mientras se realizan los análisis, es la fluidoterapia intravenosa. De esta forma, conseguiremos mantener el flujo sanguíneo y mejoraremos la función renal. Se debe establecer de inmediato el suministro de antibióticos.
El tratamiento definitivo y de elección es y ha sido siempre la cirugía. La técnica quirúrgica a realizar es la ovariohisterectomía, es decir, la extirpación de los ovarios y la matriz.
Debemos llevarla a cabo una vez que la perra esté estabilizada de los desequilibrios metabólicos para garantizar los resultados pero, como ya he comentado antes, no se puede esperar demasiado tiempo. Una complicación a tener en cuenta es el desgarro del útero, antes o durante la operación, ya que correremos el riesgo de una peritonitis y sepsis que podría acabar con la vida del animal.
El tratamiento no quirúrgico, es decir, el que realizamos a través de fármacos, se ha utilizado en perras con un alto valor reproductivo y en aquellos casos en los que la enfermedad se presenta en animales jóvenes. Lo cierto es que hasta hace muy poco sólo se utilizaban las prostaglandinas F2alfa. Por medio de este medicamento, lo se consigue es reducir los niveles de progesterona y abrir el cuello del útero. La mejoría clínica no se observa hasta pasadas 48 horas y, en ocasiones, produce efectos secundarios, como vómitos, diarrea y salivación, que pueden agravar el estado de salud de la perra. Es por esto que este tratamiento sólo se recomienda en piómetras abiertas y el veterinario nos deberá advertir de la posibilidad de la aparición de una nueva infección después del siguiente celo.
Recientemente ha aparecido en el mercado un nuevo fármaco cuyo principio activo es la aglepristona (Alizin), cuya indicación es la inducción del aborto hasta 45 días después de la monta. Al tratarse de un antagonista de la progesterona, ha resultado sumamente eficaz en el tratamiento de la piómetra. La administración de tres, cuatro o cinco inyecciones en unos plazos determinados parece ser bastante eficaz. En el caso de piómetras cerradas, las descargas purulentas se observarán a partir de las 36-48 horas de iniciado el tratamiento, y se acompañan normalmente de una importante mejoría de la perra tratada. En la actualidad, se está utilizando asociado a las prostaglandinas F2alfa. En caso de optar por este tipo de tratamiento, es recomendable que la hembra quede gestante en el siguiente celo. Después de establecida la medicación, el control ecográfico es fundamental para asegurarnos de que el útero se va vaciando. Esto lo valoraremos midiendo el diámetro de la matriz, el cual deberá ir disminuyendo progresivamente.
La recuperación total del animal podrá confirmarse a partir del día 28 después de iniciado el tratamiento, con la desaparición de las descargas vaginales y una imagen ecográfica normal del útero. Debe quedar claro que, a pesar de la efectividad que al parecer tiene este tratamiento, no debería ser utilizado en caso de septicemia, peritonitis secundaria a rotura uterina, fallo renal, hepatitis reactiva o coagulación intravascular diseminada.
METRITIS
La metritis aguda se presenta, en general, en el periodo postparto inmediato y, por lo usual, se asocia con problemas en el parto, manipulaciones obstétricas o retención de placentas o fetos. Asimismo, la metritis aguda puede desarrollarse luego de un parto normal o una inseminación artificial contaminada.
Las manifestaciones clínicas, que comienzan a los pocos días del parto, comprenden secreción vaginal mucopurulenta fétida y signos de enfermedad sistémica, como fiebre, anorexia y vómito. El agrandamiento del útero puede palparse. El hemograma será muy similar al que aparece en el caso de la piómetra. El tratamiento de elección es la ovariohisterectomía, previa rehidratación con suero intravenoso. En ocasiones, será necesario destetar a los cachorros y darles de comer artificialmente, en especial si la metritis se ha acompañado de infección en las glándulas mamarias (mastitis).
En caso de hembras de gran valor reproductor, se puede intentar la colocación de una sonda uterina a través de la que se procederá a su limpieza y se introducirán soluciones de antibióticos. Estos antibióticos serán usados hasta conocer los resultados del cultivo y antibiograma previamente realizado. Su uso debe continuarse hasta que desaparezcan las secreciones del útero, se normalice el número de glóbulos blancos y no haya fiebre.
Si la hembra es muy valiosa y no responde al tratamiento médico se puede hacer una limpieza del útero por vía quirúrgica, siempre y cuando la matriz, una vez visualizada, presente un buen aspecto. Se hará un lavado previa incisión del útero y se colocará un catéter hasta el cuello uterino por el que serán suministrados los antibióticos en los días posteriores a la cirugía.
Podemos concluir que, para evitar las enfermedades que hemos tratado, la castración temprana de nuestras perras será una excelente elección. Una buena edad para realizar la operación es a los ocho meses, aunque en algunos países se realiza aún más tempranamente. Se puede incluso posponer hasta que la perra tenga su primer celo, pero no ir más allá. De esta forma, además de evitar la presentación de una piómetra, impediremos la presencia de tumores de mama que, en muchas ocasiones, son de carácter maligno, y que podrán provocar metástasis en órganos como pulmones, riñones, hígado o bazo.
Tan sólo añadir que el uso de sustancias para inhibir el celo de nuestras perras, usadas durante años sin ningún tipo de consideración científica por parte de los veterinarios, ha sido la causa de la aparición de las dos enfermedades a las que hemos dedicado el artículo de este mes. Afortunadamente, a día de hoy, cada vez somos menos los que hacemos uso de estas sustancias. ¡Que cunda el ejemplo! Animaos a esterilizar a vuestras perras.
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