GERIATRÍA: PROBLEMAS DE CONDUCTA EN EL PERRO GERIÁTRICO
Afortunadamente nuestros perros
cada día viven más. Para los veterinarios
que llevamos muchos
años ejerciendo nuestra profesión esto
supone, además de una alegría, un gran
reto. La medicina veterinaria ha evolucionado
en función de este largo envejecimiento
de nuestros compañeros, en especial
en el campo de la nutrición y en
los estudios sobre el comportamiento.
Ahora no es raro ver en nuestras clínicas
caniches de 16 años o pastores alemanes
de 13 años a los que tenemos que
ayudar a sobrellevar sus «achaques».
Lo primero que los veterinarios tenemos
que hacer cuando aparece algún
problema de este tipo es determinar la
causa del mismo e instaurar el tratamiento
adecuado, sin olvidar las limitaciones
que nos impone el proceso del
envejecimiento. En los estudios realizados
al respecto, la ansiedad por separación
fue el principal problema detectado
en perros de más de nueve años. Otras
patologías frecuentes fueron la agresividad,
las fobias y miedos, la eliminación
inadecuada, el sueño irregular y la inquietud
durante la noche.
En el siguiente cuadro podéis comparar
la incidencia de problemas de comportamiento
que afectan a perros de
cualquier edad y los que afectan a perros
de más de nueve años.
En la vejez, son mucho
más frecuentes los problemas que denominamos
como alteraciones cognitivas,
es decir que afectan a las cosas aprendidas.
Son disfunciones que muchas veces
no ponéis en conocimiento del veterinario
pensando que son intratables y
debidas al envejecimiento. Os diré que
en ocasiones las podremos resolver y, en
otras tan solo paliarlas, pero todo resultará
en una mejor calidad de vida para
vuestro perro y para vosotros. Algunos
de estos problemas incluyen un menor
interés por la comida, eliminación en
casa, incontinencia, menor capacidad
para recibir ordenes, apatía generalizada,
debilidad, desorientación, alteración
del ciclo del sueño-vigilia, comportamientos
repetitivos y compulsivos, ladridos,
menor tolerancia a quedarse solos,
temblores.
Esta claro que la media de vida de las
razas medianas y grandes es mucho
más breve que la de las pequeñas, por
lo que la aparición de problemas físicos
y de conductas extrañas relacionadas
con el envejecimiento será más temprana
en los primeros. A modo de ejemplo,
os diré que un perro de entre uno y nueve
kilos, con diez años tendrá como 56
de una persona, si pesa entre nueve y
22 kilos tendrá como 60 y si pesa entre
22 y 40 kilos tendrá como 66. La progresión
a partir de este momento será
de seis años humanos por cada uno de
vuestro perro.
Las enfermedades de huesos y articulaciones,
de los órganos de los sentidos,
del sistema hormonal y del urinario podrían
tener un componente genético que
podría empezar a manifestarse en estas
edades en determinadas razas.
Los cambios en el entorno del animal
pueden ser la causa o contribuir a las
alteraciones del comportamiento y a la
aparición de problemas de conducta.
Cambios como nuevos miembros en el
domicilio o mudanzas pueden ser más
impactantes para un perro mayor.
El envejecimiento se asocia a alteraciones
progresivas e irreversibles de todos
los sistemas orgánicos. Raramente
veremos a nuestro compañero afectado
por una sola enfermedad, sino más bien
por grados variables de alteraciones orgánicas.
El declive y el desgaste de los órganos,
los tumores, las afecciones degenerativas,
las enfermedades inmunitarias,
el deterioro neurológico, el declive cognitivo
y las alteraciones hormonales pueden
tener importantes efectos sobre el
sistema nervioso central y, en consecuencia,
sobre la conducta del perro.
Cualquier afección asociada a dolor o
malestar, puede ser la causa de mayor
irritabilidad, ansiedad o miedo a ser
manejado, o a que alguien se acerque
y, a la postre, del aumento de reacciones
de agresividad. Si estas conductas le
sirven al perro para rechazar la amenaza,
su conducta se vera reforzada. Si la
movilidad está afectada (problemas articulares,
perdida de visión...) el animal
optará por amenazar o morder en vez
de huir. La menor movilidad puede afectar
también a la eliminación (micción,
defecación), al reducir las ganas del perro
de trasladarse de área. La disfunción
sensorial también puede acarrear problemas
de conducta. Los perros con menor
capacidad visual o auditiva pueden
tener menor capacidad de detectar o
identificar estímulos y ser menos sensibles
o más reactivos cuando terminan
por detectarlos. La agresividad, los miedos
y las fobias que aparecen en el perro
viejo podrían por tanto deberse, al
menos en parte, al deterioro sensorial o
a la menor reactividad a los estímulos
externos.
Consideramos que un perro tiene déficit
cognitivo cuando presenta uno o más
de los siguientes signos: menor reaccion
a estímulos, confusión, desorientación,
menor interacción con el propietario,
mayor irritabilidad, lentitud en obedecer
ordenes, alteraciones del sueño y problemas
para realizar cosas previamente
aprendidas. Si alguna
de estas «malas» conductas
llega a ser
exagerada podremos
hablar de demencia.
Para que se manifieste
un determinado
comportamiento (por
ejemplo agresión),
quizás sean necesarios
un cierto número
de estímulos y no
uno solo. Los perros
que tienen miedo a
los niños podrán mostrarse más irritados
o agresivos hacia ellos a medida
que aumente su malestar por una enfermedad
dental o por una reducción
de su movilidad.
Ante un problema de conducta en un
perro mayor es indispensable realizar
una exploración neurológica y una evaluación
sensorial, así como un completo
análisis de sangre que incluya pruebas
hormonales. Una vez establecido el diagnóstico
y determinada la causa del problema
podremos intentar modificar el
comportamiento y el entorno y aplicar las
medidas terapéuticas oportunas mediante
fármacos para solucionar la conducta indeseable.
No debemos olvidar que, desgraciadamente,
las afecciones médicas
de tipo degenerativo que suelen presentar
estos animales es posible que nos hagan
restringir o limitar
estos programas terapéuticos.
Además,
al estar limitadas
casi siempre
las reacciones a los
estímulos y el estado
físico deteriorado,
los resultados
no siempre serán
los esperados. Esto
también influirá en
el uso de los fármacos
para modificar
el comportamiento, ya que las contraindicaciones
y los posibles efectos secundarios
pueden impedirnos el empleo de las
dosis óptimas o más adecuadas del medicamento
elegido.
Si nos referimos al problema de la
agresividad por dominancia, debemos tener
en cuenta que se suele presentar
entre los dos a tres años de edad y
que por tanto su aparición en perros
mayores será poco frecuente. Aun así,
cualquier cambio importante en el entorno,
unido a las deficiencias sensoriales
y al desarrollo de afecciones dolorosas,
pueden desencadenarla. No
debemos, de todas formas, reducir el
problema al dolor, ya que muchas enfermedades
que afectan al sistema nervioso
central de forma directa (tumores)
o indirecta (alteraciones hormonales,
hepáticas o renales), pueden ser
causas que contribuyan al aumento de
este tipo de agresividad. La reducción
de la capacidad cognitiva también podría
ser un factor precipitante. La
agresividad con otros perros suele presentarse
cuando el animal alcanza la
madurez, pero el deterioro físico de un
perro dominante puede agravar este
problema. A medida que el perro envejece
se encuentra más incómodo,
más irritable y más sedentario, pudiendo
atacar a cachorros deseosos de jugar.
Este puede ser un gran problema
si decidimos introducir un nuevo compañero
en casa.
La eliminación inadecuada implica descartar
numerosas patologías, que podrían
producir un aumento del volumen
de heces (mala absorción, dietas ricas
en fibra), un aumento de la frecuencia
de eliminación (colitis, diarrea), las que
dificultan la defecación o la hacen dolorosa
(colitis, saculitis anal, artritis) y
los problemas que podrían afectar al
control, como enfermedades neuromusculares.
En cuanto a la micción, cualquier
patología que provoque una mayor
ingestión de agua (diabetes, insufi-
Cuando el perro
envejece éste se
encuentra más
incómodo, irritable y
más sedentario. El tratamiento
de este problema
implica un
programa de readiestramiento,
pero
prestando especial
atención a las capacidades
y limitaciones
de los animales
de edad y,
claro está, al tratamiento
de las enfermedades
nombradas,
si es que estuvieran
presentes. La existencia de
tumores testiculares productores de testosterona
que pudieran ser responsables
de este problema implicaría la castración
quirúrgica. Tampoco es infrecuente
la incontinencia urinaria en
perras y perros castrados por déficit
hormonal o por incompetencia del esfínter
de la vejiga.
La vocalización o ladrido excesivo suele estar
provocada por ansiedad por separación.
No obstante, algunos perros mayores
empiezan a ladrar sin razón aparente.
No siempre es posible determinar
si este aumento de
vocalización se debe
al deterioro sensorial
(auditivo, visual),
a afecciones
del sistema nervioso
central o a enfermedades
que potencian
el malestar. Se ha
sugerido que podría
constituir una autoestimulación
como
compensación a la
nula o mínima estimulación
ambiental. Actualmente existen
numerosos sistemas antiladridos que son
bastante eficaces.
Las fobias a los ruidos suelen deberse al
deterioro sensorial, déficit cognitivo y
otros efectos del envejecimiento sobre el
cerebro. Con el tiempo, la pérdida de
oído, si llega a presentarse, ayudará a
mejorar este problema. Es importante
intentar localizar e identificar los estímulos
que provocan estas reacciones para
evitarlos o minimizarlos. No debemos
gratificar al perro ni castigarle durante
estos episodios. Deberíamos procurar
habituarle a ellos mediante el uso de
fármacos o exponiéndole a lo que le
produce el miedo con gradientes de intensidad
admisibles para el animal.
Los perros inquietos o que no duermen toda
la noche pueden encontrarse afectados
por alteraciones sensoriales o por problemas
relacionados con la micción o el
dolor. Es importante no gratificar al perro
ni prestarle atención cuando se despierta.
En ocasiones esto será difícil si la
causa de esta inquietud es por un trastorno
que le provoca ganas de orinar o
defecar. En estos casos no estaría de
más adaptar una zona de la casa para
las eliminaciones nocturnas.
En la ansiedad por separación, el perro se
mostrará excesivamente nervioso cuando
el propietario se apresta a salir, se
mostrará destructivo, ladrará, babeará
profusamente o eliminará en la casa
cuando su dueño no esté. La vejez implica
mayor sensibilidad a las modificaciones
de la rutina o del entorno. Si a esto
le añadimos la presencia de alguna enfermedad
que afecte a las funciones fisiológicas,
el problema se verá agravado.
Las modificaciones que debemos
realizar serán las mismas que utilizamos
para estos casos en animales jóvenes. La
farmacoterapia puede ser útil, en especial
en las primeras semanas del readiestramiento.
Hasta aquí mi repaso a los trastornos
de conducta que pueden presentarse en
nuestro «viejo» compañero. Existen muchas
pautas para intentar reconducir estos
«malos» comportamientos y un limitado
número de medicamentos que pueden
ser de utilidad. Deberá ser vuestro
veterinario el que, una vez realizados
los estudios oportunos, establezca los
tratamientos adecuados para ayudar a
vuestro perro a tener una mejor calidad
de vida en ese crítico período de su vida.
Mi consejo es que a partir de los
ocho o nueve años de edad, no olvidéis
llevar a vuestro perro a la clínica para
someterle a un chequeo completo. El
diagnóstico precoz de las enfermedades
relacionadas con el envejecimiento os
permitirá disfrutar por más tiempo de
vuestro inseparable admirador.
José Enrique Zaldívar Laguía
Clínica Veterinaria Colores.
Paseo de Santa María de la Cabeza 68 A
28045-Madrid
Artículo publicado en la revista El Mundo del Perro.
cada día viven más. Para los veterinarios
que llevamos muchos
años ejerciendo nuestra profesión esto
supone, además de una alegría, un gran
reto. La medicina veterinaria ha evolucionado
en función de este largo envejecimiento
de nuestros compañeros, en especial
en el campo de la nutrición y en
los estudios sobre el comportamiento.
Ahora no es raro ver en nuestras clínicas
caniches de 16 años o pastores alemanes
de 13 años a los que tenemos que
ayudar a sobrellevar sus «achaques».
Lo primero que los veterinarios tenemos
que hacer cuando aparece algún
problema de este tipo es determinar la
causa del mismo e instaurar el tratamiento
adecuado, sin olvidar las limitaciones
que nos impone el proceso del
envejecimiento. En los estudios realizados
al respecto, la ansiedad por separación
fue el principal problema detectado
en perros de más de nueve años. Otras
patologías frecuentes fueron la agresividad,
las fobias y miedos, la eliminación
inadecuada, el sueño irregular y la inquietud
durante la noche.
En el siguiente cuadro podéis comparar
la incidencia de problemas de comportamiento
que afectan a perros de
cualquier edad y los que afectan a perros
de más de nueve años.
En la vejez, son mucho
más frecuentes los problemas que denominamos
como alteraciones cognitivas,
es decir que afectan a las cosas aprendidas.
Son disfunciones que muchas veces
no ponéis en conocimiento del veterinario
pensando que son intratables y
debidas al envejecimiento. Os diré que
en ocasiones las podremos resolver y, en
otras tan solo paliarlas, pero todo resultará
en una mejor calidad de vida para
vuestro perro y para vosotros. Algunos
de estos problemas incluyen un menor
interés por la comida, eliminación en
casa, incontinencia, menor capacidad
para recibir ordenes, apatía generalizada,
debilidad, desorientación, alteración
del ciclo del sueño-vigilia, comportamientos
repetitivos y compulsivos, ladridos,
menor tolerancia a quedarse solos,
temblores.
Esta claro que la media de vida de las
razas medianas y grandes es mucho
más breve que la de las pequeñas, por
lo que la aparición de problemas físicos
y de conductas extrañas relacionadas
con el envejecimiento será más temprana
en los primeros. A modo de ejemplo,
os diré que un perro de entre uno y nueve
kilos, con diez años tendrá como 56
de una persona, si pesa entre nueve y
22 kilos tendrá como 60 y si pesa entre
22 y 40 kilos tendrá como 66. La progresión
a partir de este momento será
de seis años humanos por cada uno de
vuestro perro.
Las enfermedades de huesos y articulaciones,
de los órganos de los sentidos,
del sistema hormonal y del urinario podrían
tener un componente genético que
podría empezar a manifestarse en estas
edades en determinadas razas.
Los cambios en el entorno del animal
pueden ser la causa o contribuir a las
alteraciones del comportamiento y a la
aparición de problemas de conducta.
Cambios como nuevos miembros en el
domicilio o mudanzas pueden ser más
impactantes para un perro mayor.
El envejecimiento se asocia a alteraciones
progresivas e irreversibles de todos
los sistemas orgánicos. Raramente
veremos a nuestro compañero afectado
por una sola enfermedad, sino más bien
por grados variables de alteraciones orgánicas.
El declive y el desgaste de los órganos,
los tumores, las afecciones degenerativas,
las enfermedades inmunitarias,
el deterioro neurológico, el declive cognitivo
y las alteraciones hormonales pueden
tener importantes efectos sobre el
sistema nervioso central y, en consecuencia,
sobre la conducta del perro.
Cualquier afección asociada a dolor o
malestar, puede ser la causa de mayor
irritabilidad, ansiedad o miedo a ser
manejado, o a que alguien se acerque
y, a la postre, del aumento de reacciones
de agresividad. Si estas conductas le
sirven al perro para rechazar la amenaza,
su conducta se vera reforzada. Si la
movilidad está afectada (problemas articulares,
perdida de visión...) el animal
optará por amenazar o morder en vez
de huir. La menor movilidad puede afectar
también a la eliminación (micción,
defecación), al reducir las ganas del perro
de trasladarse de área. La disfunción
sensorial también puede acarrear problemas
de conducta. Los perros con menor
capacidad visual o auditiva pueden
tener menor capacidad de detectar o
identificar estímulos y ser menos sensibles
o más reactivos cuando terminan
por detectarlos. La agresividad, los miedos
y las fobias que aparecen en el perro
viejo podrían por tanto deberse, al
menos en parte, al deterioro sensorial o
a la menor reactividad a los estímulos
externos.
Consideramos que un perro tiene déficit
cognitivo cuando presenta uno o más
de los siguientes signos: menor reaccion
a estímulos, confusión, desorientación,
menor interacción con el propietario,
mayor irritabilidad, lentitud en obedecer
ordenes, alteraciones del sueño y problemas
para realizar cosas previamente
aprendidas. Si alguna
de estas «malas» conductas
llega a ser
exagerada podremos
hablar de demencia.
Para que se manifieste
un determinado
comportamiento (por
ejemplo agresión),
quizás sean necesarios
un cierto número
de estímulos y no
uno solo. Los perros
que tienen miedo a
los niños podrán mostrarse más irritados
o agresivos hacia ellos a medida
que aumente su malestar por una enfermedad
dental o por una reducción
de su movilidad.
Ante un problema de conducta en un
perro mayor es indispensable realizar
una exploración neurológica y una evaluación
sensorial, así como un completo
análisis de sangre que incluya pruebas
hormonales. Una vez establecido el diagnóstico
y determinada la causa del problema
podremos intentar modificar el
comportamiento y el entorno y aplicar las
medidas terapéuticas oportunas mediante
fármacos para solucionar la conducta indeseable.
No debemos olvidar que, desgraciadamente,
las afecciones médicas
de tipo degenerativo que suelen presentar
estos animales es posible que nos hagan
restringir o limitar
estos programas terapéuticos.
Además,
al estar limitadas
casi siempre
las reacciones a los
estímulos y el estado
físico deteriorado,
los resultados
no siempre serán
los esperados. Esto
también influirá en
el uso de los fármacos
para modificar
el comportamiento, ya que las contraindicaciones
y los posibles efectos secundarios
pueden impedirnos el empleo de las
dosis óptimas o más adecuadas del medicamento
elegido.
Si nos referimos al problema de la
agresividad por dominancia, debemos tener
en cuenta que se suele presentar
entre los dos a tres años de edad y
que por tanto su aparición en perros
mayores será poco frecuente. Aun así,
cualquier cambio importante en el entorno,
unido a las deficiencias sensoriales
y al desarrollo de afecciones dolorosas,
pueden desencadenarla. No
debemos, de todas formas, reducir el
problema al dolor, ya que muchas enfermedades
que afectan al sistema nervioso
central de forma directa (tumores)
o indirecta (alteraciones hormonales,
hepáticas o renales), pueden ser
causas que contribuyan al aumento de
este tipo de agresividad. La reducción
de la capacidad cognitiva también podría
ser un factor precipitante. La
agresividad con otros perros suele presentarse
cuando el animal alcanza la
madurez, pero el deterioro físico de un
perro dominante puede agravar este
problema. A medida que el perro envejece
se encuentra más incómodo,
más irritable y más sedentario, pudiendo
atacar a cachorros deseosos de jugar.
Este puede ser un gran problema
si decidimos introducir un nuevo compañero
en casa.
La eliminación inadecuada implica descartar
numerosas patologías, que podrían
producir un aumento del volumen
de heces (mala absorción, dietas ricas
en fibra), un aumento de la frecuencia
de eliminación (colitis, diarrea), las que
dificultan la defecación o la hacen dolorosa
(colitis, saculitis anal, artritis) y
los problemas que podrían afectar al
control, como enfermedades neuromusculares.
En cuanto a la micción, cualquier
patología que provoque una mayor
ingestión de agua (diabetes, insufi-
Cuando el perro
envejece éste se
encuentra más
incómodo, irritable y
más sedentario. El tratamiento
de este problema
implica un
programa de readiestramiento,
pero
prestando especial
atención a las capacidades
y limitaciones
de los animales
de edad y,
claro está, al tratamiento
de las enfermedades
nombradas,
si es que estuvieran
presentes. La existencia de
tumores testiculares productores de testosterona
que pudieran ser responsables
de este problema implicaría la castración
quirúrgica. Tampoco es infrecuente
la incontinencia urinaria en
perras y perros castrados por déficit
hormonal o por incompetencia del esfínter
de la vejiga.
La vocalización o ladrido excesivo suele estar
provocada por ansiedad por separación.
No obstante, algunos perros mayores
empiezan a ladrar sin razón aparente.
No siempre es posible determinar
si este aumento de
vocalización se debe
al deterioro sensorial
(auditivo, visual),
a afecciones
del sistema nervioso
central o a enfermedades
que potencian
el malestar. Se ha
sugerido que podría
constituir una autoestimulación
como
compensación a la
nula o mínima estimulación
ambiental. Actualmente existen
numerosos sistemas antiladridos que son
bastante eficaces.
Las fobias a los ruidos suelen deberse al
deterioro sensorial, déficit cognitivo y
otros efectos del envejecimiento sobre el
cerebro. Con el tiempo, la pérdida de
oído, si llega a presentarse, ayudará a
mejorar este problema. Es importante
intentar localizar e identificar los estímulos
que provocan estas reacciones para
evitarlos o minimizarlos. No debemos
gratificar al perro ni castigarle durante
estos episodios. Deberíamos procurar
habituarle a ellos mediante el uso de
fármacos o exponiéndole a lo que le
produce el miedo con gradientes de intensidad
admisibles para el animal.
Los perros inquietos o que no duermen toda
la noche pueden encontrarse afectados
por alteraciones sensoriales o por problemas
relacionados con la micción o el
dolor. Es importante no gratificar al perro
ni prestarle atención cuando se despierta.
En ocasiones esto será difícil si la
causa de esta inquietud es por un trastorno
que le provoca ganas de orinar o
defecar. En estos casos no estaría de
más adaptar una zona de la casa para
las eliminaciones nocturnas.
En la ansiedad por separación, el perro se
mostrará excesivamente nervioso cuando
el propietario se apresta a salir, se
mostrará destructivo, ladrará, babeará
profusamente o eliminará en la casa
cuando su dueño no esté. La vejez implica
mayor sensibilidad a las modificaciones
de la rutina o del entorno. Si a esto
le añadimos la presencia de alguna enfermedad
que afecte a las funciones fisiológicas,
el problema se verá agravado.
Las modificaciones que debemos
realizar serán las mismas que utilizamos
para estos casos en animales jóvenes. La
farmacoterapia puede ser útil, en especial
en las primeras semanas del readiestramiento.
Hasta aquí mi repaso a los trastornos
de conducta que pueden presentarse en
nuestro «viejo» compañero. Existen muchas
pautas para intentar reconducir estos
«malos» comportamientos y un limitado
número de medicamentos que pueden
ser de utilidad. Deberá ser vuestro
veterinario el que, una vez realizados
los estudios oportunos, establezca los
tratamientos adecuados para ayudar a
vuestro perro a tener una mejor calidad
de vida en ese crítico período de su vida.
Mi consejo es que a partir de los
ocho o nueve años de edad, no olvidéis
llevar a vuestro perro a la clínica para
someterle a un chequeo completo. El
diagnóstico precoz de las enfermedades
relacionadas con el envejecimiento os
permitirá disfrutar por más tiempo de
vuestro inseparable admirador.
José Enrique Zaldívar Laguía
Clínica Veterinaria Colores.
Paseo de Santa María de la Cabeza 68 A
28045-Madrid
Artículo publicado en la revista El Mundo del Perro.
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