PERITONITIS INFECCIOSA FELINA (PIF)
PERITONITIS INFECCIOSA FELINA (PIF)
Toca en éste número de El Mundo del Gato, hablar de una complicada enfermedad en cuanto a su origen, transmisión, prevención y tratamiento.
Se trata de una enfermedad vírica producida por un coronavirus muy similar al CVEF (virus del coronavirus entérico felino) conocido por todos los amantes de los gatos. Se puede presentar en lo que llamamos la forma seca o en lo que se conoce como forma húmeda, aunque algunos gatos presentan al mismo tiempo las dos.
Digamos que la similitud entre ambos virus es tal, que el virus del PIF es una mutación del virus CVEF. La mutación de un virus a otro se produce en el intestino de los gatos. Entre 1986 y 1995, 1 de cada 200 admisiones hospitalarias en Norteamérica recibían el diagnóstico de PIF.
Los gatos que sufren esta enfermedad pueden ser de cualquier raza o sexo, con edades comprendidas entre escasos meses y cinco años, aunque debemos aclarar que la mayoría de los casos se dan en gatos menores de 1 año.
Habitualmente los animales afectados proceden de lugares en donde se produce una gran concentración de ellos (albergues, colonias, criaderos, residencias...). En números reales se habla de poblaciones de más 5 gatos.
Cuando uno de estos animales afectados aparece en nuestras clínicas, solemos ver un gato con fiebre que no responde a los antibióticos y cuya pirexia suele ser cíclica. Se muestran letárgicos, presentan a veces ictericia (color amarillo de las mucosas) y alteraciones neurológicas. No suelen presentar diarrea, pero si son frecuentes las alteraciones oculares y los vómitos. Los que están afectados por la forma húmeda o exudativa presentan un líquido amarillento en la cavidad abdominal, en la pleura, en el pericardio, en el espacio subcapsular de los riñones y los machos en el escroto. Si el acumulo de líquido afecta a la pleura, veremos a un gato con dificultad respiratoria, y si es abdominal nos dará apariencia de tener una gran tripa. Este líquido, una vez extraído y analizado, presenta unas características muy típicas. La extracción es sencilla realizando una punción de la cavidad abdominal. En ocasiones el gato tan solo presentará alteraciones oculares (precipitados corneales, uveitis anterior, hipema, hemorragias o desprendimientos de córnea)
En un análisis de sangre nos podremos encontrar con los linfocitos (fracción de glóbulos blancos) bajos (lo llamamos linfopenia), y los neutrófilos ligeramente elevados. Estos gatos no es infrecuente que están anémicos. La bioquímica suele mostrar un aumento de las proteínas totales por aumento de las gammaglobulinas, pese que a que la albúmina suele estar baja. Las transaminasas, es decir los marcadores de la función hepática, suelen estar elevadas, así cómo la bilirrubina, esta última en especial en la forma húmeda.
La serología específica sobre la enfermedad (detección de anticuerpos en sangre) nos puede ayudar, pero las interpretaciones deberán hacerse con mucha cautela. Cuando hacemos un análisis de este tipo obtendremos títulos altos contra coronavirus, pero, ¿serán producidos por la presencia de CVEF (coronavirus entérico) o por la presencia de su mutante el coronavirus del PIF? Quiero decir que no hay manera de distinguir según este tipo de análisis si los anticuerpos están producidos por uno u otro virus.
En centros con multitud de gatos, prácticamente todos serán positivos, aunque no están enfermos. Esto quiere decir que han estado en contacto con el virus y que su organismo ha respondido generando anticuerpos contra el. Los gatitos de los albergues suelen tener títulos muy elevados frente a coronavirus, pero la mayoría no desarrollará le enfermedad. Los títulos positivos desaparecen muy lentamente, y los gatos que después pasan a un hogar de acogida solos, sin exposición posterior al coronavirus se harán seronegativos después de meses o años si no son portadores ni del CVEF ni sufren PIF.
Por el contrario nos podemos encontrar con gatos que siendo negativos tienen la enfermedad, ya que puede ser que la seroconversión, es decir la fabricación de anticuerpos contra el coronavirus todavía no se haya producido o que los análisis no sean capaces de detectar títulos bajos. Explicar la razón del por qué se produce esto, sería entrar en estudios de inmunología que no tienen cabida en el presente artículo. Afortunadamente este fenómeno un tanto extraño no se produce con demasiada frecuencia.
Es por esto, que ya hay muchas investigaciones que indican que este tipo de análisis carecen del más mínimo interés.
Existe una prueba bastante fiable que se denomina Reacción en cadena de la Polimerasa con transcriptasa invertida (RT-PCR)- ¡vaya nombrecito!- que permite actualmente clarificar de alguna manera si estamos ante un PIF, pero tan solo nos dirá si una lesión sospechosa se debe a PIF o si el gato está eliminando CVEF en las heces.
Podemos decir entonces, que por desgracia el único diagnóstico certero se debe realizar mediante el estudio de los tejidos de muestras obtenidas por biopsia o post mortem (la mayoría de las veces), salvo que la forma de presentación sea la húmeda, en la que con los síntomas, la presencia de líquido en cavidad abdominal y los análisis de sangre, tendremos suficientes datos para establecer el diagnóstico.
Existe una salvedad en este “galimatías” de los diagnósticos y son aquellos casos en que los gatos muestran signos neurológicos. Estos síntomas indican enfermedad en diversas partes de la médula espinal, cerebro y cerebelo y pueden incluir convulsiones, ataxia, paresias, parálisis, enfermedad vestibular, neuropatía periférica, hiperestesia, incontinencia urinaria y cambios en el comportamiento. He dicho salvedad, porque los gatos con PIF neurológico son seropositivos en sangre y en LCR (líquido cefalorraquídeo). La inflamación del sistema nervioso central a menudo da lugar a hidrocefalia que podrá ser observada por Resonancia Magnética (RM).
Prácticamente todos los gatos con PIF confirmada mueren, desde el momento en que empiezan a debilitarse, a perder peso y dejan de comer. En ese momento debéis prepararos para aceptar la realidad de que vuestro gato se está muriendo.
Algunas veces, los veterinarios prescribimos medicamentos para “paliar” los efectos de esta devastadora enfermedad. En primer lugar utilizamos los inmunomoduladores como el Propinecbaterium acnes, interferón humano, interferón veterinario (Virbagen Omega. Laboratorios Virbac), acemanano, interferon B fibroblástico felino, y otras sustancias como ciclofasmida, ribavirina, arabinosido de adenina, y anfotericina B. Los corticoesteroides también pueden resultar útiles para la mejoría de nuestros pacientes aquejados de esta enfermedad. Incluimos también en los tratamientos el uso de ácido ascórbico (Vitamina C), anabolizantes, aspirina y antibióticos.
Debemos tener en cuenta que la presencia de otras enfermedades en los gatos afectados como la leucemia o la inmunodeficiencia felina que redundan en una mayor influencia del PIF, sugiriendo que el estado inmunológico del huésped es muy importante en el establecimiento de la condición clínica, es decir de la enfermedad. Los gatos con PIF, cuya única sintomatología es ocular, pueden responder bien al tratamiento antiinflamatorio o a la enucleación del ojo afectado y tienen mejor pronóstico que los gatos con un PIF generalizado.
Debéis saber que las partículas virales pueden sobrevivir en el medio ambiente hasta 7 semanas en las secreciones desecadas, pero los desinfectantes neutros las inactivan. La higiene en esta enfermedad es pues de la máxima importancia.
Cuando los investigadores se plantean la prevención del PIF, se encuentran con que es evidentemente muy difícil. ¿Cómo se puede evitar que en un colectivo de gatos no estén presentes los coronavirus entéricos y que en un momento determinado su mutación de lugar a la aparición de los coronavirus responsables del PIF? El planteamiento es sumamente difícil pero debe encaminarse a:
1-Evitar el PIF en gatos que estuvieron en contacto con gatos enfermos de PIF.
2-Evitar el PIF en gatos que son portadores del virus CVEF
3-Evitar el CVEF
Después de que un gato en una alojamiento determinado desarrolla PIF, prácticamente nada puede hacerse para evitar el contagio al resto de los gatos. Todos los que conviven con él habrán estado expuestos a los coronavirus entéricos, pero curiosamente pocos desarrollarán PIF. Quiero decir que después de haber diagnosticado un caso de PIF en un grupo de gatos, la probabilidad de que otro gato muera por esta enfermedad no es mayor que en cualquier otro centro de concentración felina con CVEF endémico (que son todos). Existen excepciones como son los gatos de la misma camada que además son hermanos de padre y de madre de gatos con PIF. La segunda excepción son las epidemias que se pueden presentar, aunque podemos decir que se producen con muy poca frecuencia.
El gran desafío que nos presenta con esta enfermedad se encuentra en los grandes núcleos de concentración de gatos donde el coronavirus entérico es endémico, es decir, es un habitante más en estas colonias. Esto ocurre también en todas las casas con muchos gatos (más de 5 como ya hemos dicho), centros de cría, refugios y hogares de acogida.
Es razonable pensar en una resistencia hereditaria al PIF en los centros de cría, por lo que si una gata tiene que dos camadas que desarrollan PIF (aunque la madre evidentemente no tenga la enfermedad), no debería criar en el futuro. Así mismo debe prestarse atención a los pedigríes de los machos cuando se presentan excesivos casos de PIF en sus descendientes. Debemos tener claro por tanto que en los centros de acogida y criaderos la presencia del CVEF es inevitable y que el PIF es una consecuencia de la presencia de este.
En los grandes núcleos de población felinos el aislamiento para evitar la diseminación del virus no es efectivo, según muchos autores. Alegan que la facilidad con que el virus se transporta a través de ropas, objetos, polvo y pelo del gato, hace inefectiva esta medida. Aún así, otros investigadores de la enfermedad recomiendan que los gatos nacidos en criaderos con seropositivos deben alojarse sólo con la madre y los hermanos hasta que sean vendidos, y si las cosas se quieren hacer bien, analizar los anticuerpos anticoronavirus a las 14-16 semanas de edad y venderse sólo si son seronegativos. Añaden que un gato debe demostrar que es negativo para el ARN viral en análisis de heces realizados durante 5 meses para ser considerado desprovisto del virus. Digamos que esperar hasta las 14-16 semanas para vender un gato es sumamente difícil, por lo que estas medidas tan drásticas podríamos obviarlas.
Lo que no estaría de menos en criaderos es hacer análisis rutinarios en heces para detectar la eliminación de CVEF, mediante la técnica de la PCR. Lo recomendable es hacerlo semanalmente durante dos meses o más para detectar a los portadores; cualquier gato que elimine durante más de 6 semanas el virus debe ser sacado del criadero y dado en adopción o vendido. Me estoy refiriendo evidentemente a aquellos gatos que por su valor genético, vosotros criadores, decidáis quedaros para la reproducción. Será una buena manera de intentar eliminar en lo posible la presencia de coronavirus y como consecuencia la presencia en algún caso de PIF.
El destete temprano se ha propuesto como un medio de interrupción de la transmisión de los gatos adultos a los gatitos, ya que algunos podrían verse infectados a las 5 o 6 semanas. ¿Podemos permitirnos separar a la madre de sus gatitos con 5 semanas? Pues yo opino que no deberíamos. Para que la medida sea eficaz, además estos gatos deben ser llevados a hogares en donde no haya gatos, y aún así, a veces el esfuerzo puede resultar inútil.
En cuanto a la vacunación, está disponible una cepa coronaviral mutante de administración intranasal que induce respuesta inmune de mucosas para una mínima respuesta inmune sistémica (Primucell FIP. Laboratorios Pfizer). Parece ser efectiva en al menos algunos gatos. Lo que no se sabe es si protege contra todas las cepas de campo y sus mutaciones. Seguramente no es efectiva en gatos infectados con anterioridad, pero tampoco les perjudicará si se les aplica. El problema es que genera títulos inmunes dificultando la interpretación de los resultados serológicos en gatos vacunados que muestran síntomas de PIF. Quiero decir que en un gato vacunado no sabremos si los títulos que dan los análisis habrán sido provocados por la vacuna o por el virus natural.
Cuando los laboratorios Pfizer lanzaron al mercado español su vacuna intranasal se puso en marcha un concurso de casos clínicos sobre la enfermedad. Tuve el honor de obtener el segundo premio de aquella convocatoria a raíz de unos casos clínicos que diagnosticamos en un colectivo de 14 gatos que vivían en la misma casa. El gato que se presentó síntomas era un macho de 8 meses que tenía líquido en cavidad abdominal, vómitos, anorexia e ictericia. El gato daba negativo a Inmunodeficiencia y Leucemia. Los análisis de sangre coincidían con lo que teóricamente debe presentar un gato con PIF y la serología es decir el título frente a coronavirus fue 1/900. Lo que hicimos fue hacer una determinación de anticuerpos en los 13 gatos restantes y los resultados fueron sumamente dispares:
-Seis gatos presentaban títulos de 1/810
-Tres títulos de 1/270
-Uno título de 1/90
-Cuatro título de 1/30
Según al laboratorio que realizó los análisis todos los gatos con valores iguales o superiores a 1/810 debían ser considerados positivos a PIF. Los gatos con valores de 1/90 deberían ser vueltos a analizar 2 meses después, y los gatos con títulos iguales o inferiores a 1/30 se consideraban negativos.
Curiosamente los gatos que daban títulos de 1/810, tenían menos de 1 año, salvo uno que tenía 4 . Curiosamente ninguno de ellos presentaba síntomas de enfermedad, y curiosamente sólo uno de ellos desarrolló la enfermedad posteriormente.
El resto de los gatos analizados tampoco desarrolló la enfermedad a lo largo de su vida.
Este estudio resume de alguna manera lo que he ido contando a lo largo del artículo, es decir, que la presencia de coronavirus en colectivos de más de 5 gatos en normal (todos los gatos daban títulos contra el virus), pero también demuestra que a pesar de que 7 de los 14 gatos se supone que sufrieron la mutación del virus entérico al virus del PIF, tan sólo 2 desarrollaron la enfermedad y por desgracia tuvieron que ser eutanasiados.
Toca en éste número de El Mundo del Gato, hablar de una complicada enfermedad en cuanto a su origen, transmisión, prevención y tratamiento.
Se trata de una enfermedad vírica producida por un coronavirus muy similar al CVEF (virus del coronavirus entérico felino) conocido por todos los amantes de los gatos. Se puede presentar en lo que llamamos la forma seca o en lo que se conoce como forma húmeda, aunque algunos gatos presentan al mismo tiempo las dos.
Digamos que la similitud entre ambos virus es tal, que el virus del PIF es una mutación del virus CVEF. La mutación de un virus a otro se produce en el intestino de los gatos. Entre 1986 y 1995, 1 de cada 200 admisiones hospitalarias en Norteamérica recibían el diagnóstico de PIF.
Los gatos que sufren esta enfermedad pueden ser de cualquier raza o sexo, con edades comprendidas entre escasos meses y cinco años, aunque debemos aclarar que la mayoría de los casos se dan en gatos menores de 1 año.
Habitualmente los animales afectados proceden de lugares en donde se produce una gran concentración de ellos (albergues, colonias, criaderos, residencias...). En números reales se habla de poblaciones de más 5 gatos.
Cuando uno de estos animales afectados aparece en nuestras clínicas, solemos ver un gato con fiebre que no responde a los antibióticos y cuya pirexia suele ser cíclica. Se muestran letárgicos, presentan a veces ictericia (color amarillo de las mucosas) y alteraciones neurológicas. No suelen presentar diarrea, pero si son frecuentes las alteraciones oculares y los vómitos. Los que están afectados por la forma húmeda o exudativa presentan un líquido amarillento en la cavidad abdominal, en la pleura, en el pericardio, en el espacio subcapsular de los riñones y los machos en el escroto. Si el acumulo de líquido afecta a la pleura, veremos a un gato con dificultad respiratoria, y si es abdominal nos dará apariencia de tener una gran tripa. Este líquido, una vez extraído y analizado, presenta unas características muy típicas. La extracción es sencilla realizando una punción de la cavidad abdominal. En ocasiones el gato tan solo presentará alteraciones oculares (precipitados corneales, uveitis anterior, hipema, hemorragias o desprendimientos de córnea)
En un análisis de sangre nos podremos encontrar con los linfocitos (fracción de glóbulos blancos) bajos (lo llamamos linfopenia), y los neutrófilos ligeramente elevados. Estos gatos no es infrecuente que están anémicos. La bioquímica suele mostrar un aumento de las proteínas totales por aumento de las gammaglobulinas, pese que a que la albúmina suele estar baja. Las transaminasas, es decir los marcadores de la función hepática, suelen estar elevadas, así cómo la bilirrubina, esta última en especial en la forma húmeda.
La serología específica sobre la enfermedad (detección de anticuerpos en sangre) nos puede ayudar, pero las interpretaciones deberán hacerse con mucha cautela. Cuando hacemos un análisis de este tipo obtendremos títulos altos contra coronavirus, pero, ¿serán producidos por la presencia de CVEF (coronavirus entérico) o por la presencia de su mutante el coronavirus del PIF? Quiero decir que no hay manera de distinguir según este tipo de análisis si los anticuerpos están producidos por uno u otro virus.
En centros con multitud de gatos, prácticamente todos serán positivos, aunque no están enfermos. Esto quiere decir que han estado en contacto con el virus y que su organismo ha respondido generando anticuerpos contra el. Los gatitos de los albergues suelen tener títulos muy elevados frente a coronavirus, pero la mayoría no desarrollará le enfermedad. Los títulos positivos desaparecen muy lentamente, y los gatos que después pasan a un hogar de acogida solos, sin exposición posterior al coronavirus se harán seronegativos después de meses o años si no son portadores ni del CVEF ni sufren PIF.
Por el contrario nos podemos encontrar con gatos que siendo negativos tienen la enfermedad, ya que puede ser que la seroconversión, es decir la fabricación de anticuerpos contra el coronavirus todavía no se haya producido o que los análisis no sean capaces de detectar títulos bajos. Explicar la razón del por qué se produce esto, sería entrar en estudios de inmunología que no tienen cabida en el presente artículo. Afortunadamente este fenómeno un tanto extraño no se produce con demasiada frecuencia.
Es por esto, que ya hay muchas investigaciones que indican que este tipo de análisis carecen del más mínimo interés.
Existe una prueba bastante fiable que se denomina Reacción en cadena de la Polimerasa con transcriptasa invertida (RT-PCR)- ¡vaya nombrecito!- que permite actualmente clarificar de alguna manera si estamos ante un PIF, pero tan solo nos dirá si una lesión sospechosa se debe a PIF o si el gato está eliminando CVEF en las heces.
Podemos decir entonces, que por desgracia el único diagnóstico certero se debe realizar mediante el estudio de los tejidos de muestras obtenidas por biopsia o post mortem (la mayoría de las veces), salvo que la forma de presentación sea la húmeda, en la que con los síntomas, la presencia de líquido en cavidad abdominal y los análisis de sangre, tendremos suficientes datos para establecer el diagnóstico.
Existe una salvedad en este “galimatías” de los diagnósticos y son aquellos casos en que los gatos muestran signos neurológicos. Estos síntomas indican enfermedad en diversas partes de la médula espinal, cerebro y cerebelo y pueden incluir convulsiones, ataxia, paresias, parálisis, enfermedad vestibular, neuropatía periférica, hiperestesia, incontinencia urinaria y cambios en el comportamiento. He dicho salvedad, porque los gatos con PIF neurológico son seropositivos en sangre y en LCR (líquido cefalorraquídeo). La inflamación del sistema nervioso central a menudo da lugar a hidrocefalia que podrá ser observada por Resonancia Magnética (RM).
Prácticamente todos los gatos con PIF confirmada mueren, desde el momento en que empiezan a debilitarse, a perder peso y dejan de comer. En ese momento debéis prepararos para aceptar la realidad de que vuestro gato se está muriendo.
Algunas veces, los veterinarios prescribimos medicamentos para “paliar” los efectos de esta devastadora enfermedad. En primer lugar utilizamos los inmunomoduladores como el Propinecbaterium acnes, interferón humano, interferón veterinario (Virbagen Omega. Laboratorios Virbac), acemanano, interferon B fibroblástico felino, y otras sustancias como ciclofasmida, ribavirina, arabinosido de adenina, y anfotericina B. Los corticoesteroides también pueden resultar útiles para la mejoría de nuestros pacientes aquejados de esta enfermedad. Incluimos también en los tratamientos el uso de ácido ascórbico (Vitamina C), anabolizantes, aspirina y antibióticos.
Debemos tener en cuenta que la presencia de otras enfermedades en los gatos afectados como la leucemia o la inmunodeficiencia felina que redundan en una mayor influencia del PIF, sugiriendo que el estado inmunológico del huésped es muy importante en el establecimiento de la condición clínica, es decir de la enfermedad. Los gatos con PIF, cuya única sintomatología es ocular, pueden responder bien al tratamiento antiinflamatorio o a la enucleación del ojo afectado y tienen mejor pronóstico que los gatos con un PIF generalizado.
Debéis saber que las partículas virales pueden sobrevivir en el medio ambiente hasta 7 semanas en las secreciones desecadas, pero los desinfectantes neutros las inactivan. La higiene en esta enfermedad es pues de la máxima importancia.
Cuando los investigadores se plantean la prevención del PIF, se encuentran con que es evidentemente muy difícil. ¿Cómo se puede evitar que en un colectivo de gatos no estén presentes los coronavirus entéricos y que en un momento determinado su mutación de lugar a la aparición de los coronavirus responsables del PIF? El planteamiento es sumamente difícil pero debe encaminarse a:
1-Evitar el PIF en gatos que estuvieron en contacto con gatos enfermos de PIF.
2-Evitar el PIF en gatos que son portadores del virus CVEF
3-Evitar el CVEF
Después de que un gato en una alojamiento determinado desarrolla PIF, prácticamente nada puede hacerse para evitar el contagio al resto de los gatos. Todos los que conviven con él habrán estado expuestos a los coronavirus entéricos, pero curiosamente pocos desarrollarán PIF. Quiero decir que después de haber diagnosticado un caso de PIF en un grupo de gatos, la probabilidad de que otro gato muera por esta enfermedad no es mayor que en cualquier otro centro de concentración felina con CVEF endémico (que son todos). Existen excepciones como son los gatos de la misma camada que además son hermanos de padre y de madre de gatos con PIF. La segunda excepción son las epidemias que se pueden presentar, aunque podemos decir que se producen con muy poca frecuencia.
El gran desafío que nos presenta con esta enfermedad se encuentra en los grandes núcleos de concentración de gatos donde el coronavirus entérico es endémico, es decir, es un habitante más en estas colonias. Esto ocurre también en todas las casas con muchos gatos (más de 5 como ya hemos dicho), centros de cría, refugios y hogares de acogida.
Es razonable pensar en una resistencia hereditaria al PIF en los centros de cría, por lo que si una gata tiene que dos camadas que desarrollan PIF (aunque la madre evidentemente no tenga la enfermedad), no debería criar en el futuro. Así mismo debe prestarse atención a los pedigríes de los machos cuando se presentan excesivos casos de PIF en sus descendientes. Debemos tener claro por tanto que en los centros de acogida y criaderos la presencia del CVEF es inevitable y que el PIF es una consecuencia de la presencia de este.
En los grandes núcleos de población felinos el aislamiento para evitar la diseminación del virus no es efectivo, según muchos autores. Alegan que la facilidad con que el virus se transporta a través de ropas, objetos, polvo y pelo del gato, hace inefectiva esta medida. Aún así, otros investigadores de la enfermedad recomiendan que los gatos nacidos en criaderos con seropositivos deben alojarse sólo con la madre y los hermanos hasta que sean vendidos, y si las cosas se quieren hacer bien, analizar los anticuerpos anticoronavirus a las 14-16 semanas de edad y venderse sólo si son seronegativos. Añaden que un gato debe demostrar que es negativo para el ARN viral en análisis de heces realizados durante 5 meses para ser considerado desprovisto del virus. Digamos que esperar hasta las 14-16 semanas para vender un gato es sumamente difícil, por lo que estas medidas tan drásticas podríamos obviarlas.
Lo que no estaría de menos en criaderos es hacer análisis rutinarios en heces para detectar la eliminación de CVEF, mediante la técnica de la PCR. Lo recomendable es hacerlo semanalmente durante dos meses o más para detectar a los portadores; cualquier gato que elimine durante más de 6 semanas el virus debe ser sacado del criadero y dado en adopción o vendido. Me estoy refiriendo evidentemente a aquellos gatos que por su valor genético, vosotros criadores, decidáis quedaros para la reproducción. Será una buena manera de intentar eliminar en lo posible la presencia de coronavirus y como consecuencia la presencia en algún caso de PIF.
El destete temprano se ha propuesto como un medio de interrupción de la transmisión de los gatos adultos a los gatitos, ya que algunos podrían verse infectados a las 5 o 6 semanas. ¿Podemos permitirnos separar a la madre de sus gatitos con 5 semanas? Pues yo opino que no deberíamos. Para que la medida sea eficaz, además estos gatos deben ser llevados a hogares en donde no haya gatos, y aún así, a veces el esfuerzo puede resultar inútil.
En cuanto a la vacunación, está disponible una cepa coronaviral mutante de administración intranasal que induce respuesta inmune de mucosas para una mínima respuesta inmune sistémica (Primucell FIP. Laboratorios Pfizer). Parece ser efectiva en al menos algunos gatos. Lo que no se sabe es si protege contra todas las cepas de campo y sus mutaciones. Seguramente no es efectiva en gatos infectados con anterioridad, pero tampoco les perjudicará si se les aplica. El problema es que genera títulos inmunes dificultando la interpretación de los resultados serológicos en gatos vacunados que muestran síntomas de PIF. Quiero decir que en un gato vacunado no sabremos si los títulos que dan los análisis habrán sido provocados por la vacuna o por el virus natural.
Cuando los laboratorios Pfizer lanzaron al mercado español su vacuna intranasal se puso en marcha un concurso de casos clínicos sobre la enfermedad. Tuve el honor de obtener el segundo premio de aquella convocatoria a raíz de unos casos clínicos que diagnosticamos en un colectivo de 14 gatos que vivían en la misma casa. El gato que se presentó síntomas era un macho de 8 meses que tenía líquido en cavidad abdominal, vómitos, anorexia e ictericia. El gato daba negativo a Inmunodeficiencia y Leucemia. Los análisis de sangre coincidían con lo que teóricamente debe presentar un gato con PIF y la serología es decir el título frente a coronavirus fue 1/900. Lo que hicimos fue hacer una determinación de anticuerpos en los 13 gatos restantes y los resultados fueron sumamente dispares:
-Seis gatos presentaban títulos de 1/810
-Tres títulos de 1/270
-Uno título de 1/90
-Cuatro título de 1/30
Según al laboratorio que realizó los análisis todos los gatos con valores iguales o superiores a 1/810 debían ser considerados positivos a PIF. Los gatos con valores de 1/90 deberían ser vueltos a analizar 2 meses después, y los gatos con títulos iguales o inferiores a 1/30 se consideraban negativos.
Curiosamente los gatos que daban títulos de 1/810, tenían menos de 1 año, salvo uno que tenía 4 . Curiosamente ninguno de ellos presentaba síntomas de enfermedad, y curiosamente sólo uno de ellos desarrolló la enfermedad posteriormente.
El resto de los gatos analizados tampoco desarrolló la enfermedad a lo largo de su vida.
Este estudio resume de alguna manera lo que he ido contando a lo largo del artículo, es decir, que la presencia de coronavirus en colectivos de más de 5 gatos en normal (todos los gatos daban títulos contra el virus), pero también demuestra que a pesar de que 7 de los 14 gatos se supone que sufrieron la mutación del virus entérico al virus del PIF, tan sólo 2 desarrollaron la enfermedad y por desgracia tuvieron que ser eutanasiados.
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